Nuestras opiniones, resultado de la red de información en que nos movemos

Publicado en Etcétera

Imaginemos dos periódicos o tres o cuatro. Uno con opiniones y análisis de lo que denominamos izquierda y otro con opiniones y análisis de lo que denominamos derecha. Es una evidencia de que los lectores de cualquiera de estos periódicos tienden a adoptar opiniones distintas ­y no raro contrarias­ a aquellas que los lectores del periódico competidor defienden. Es decir, tenemos el lector del periódico A, que piensa lo que el periódico A piensa, y tenemos el lector del periódico B, que se comporta igual.
Es que los lectores que se encuentran en esa situación no se dan cuenta de que esas opiniones que están defendiendo, por lo menos en lo fundamental, no son la consecuencia lógica y natural de sus propias reflexiones sino de la acción de penetración que los innumerables creadores de opinión vienen operando en su espíritu.
Es terrible esto, pero es mejor que lo entendamos así. Y esto no significa: "bueno, si usted lo plantea así, ¿qué es lo que me queda, me paralizo, no pienso, no opino?". No, no, piensen, opinen y además no tienen más remedio que pensar dentro de lo que la época piense, dentro de lo que ha pensado, pero al menos de que tenga conciencia de que esto es lo que pasa. O al menos esto es lo que yo pienso que pasa. Porque es obvio: no podemos tener opiniones a partir de la nada. Se necesita conocer algo o tener una idea de lo que pasa alrededor nuestro para tener una opinión.
Por lo tanto, eso significa que la cuestión no está en el hecho ineludible de que nuestras opiniones son resultado de una red de información en que nos movemos y orientamos, tal como la araña se va moviendo y orientando en la tela. Curiosamente la misma araña que es productora de la tela no puede, salvo excepciones, fuera de ella. Nuestra tela se llama opinión.

1 comentario:

Santos dijo...

Entonces, ¿Cual es la cuestión?